El APEGO HACIA
LOS SERES QUERIDOS.
Es una realidad que
ante la muerte
de un ser
querido, el dolor
y el sufrimiento se manifiestan, el organismo
reacciona ante el impacto de la
perdida provocando sensaciones como
opresión y dolor
en el pecho, en
la boca del estómago
y en ocasiones
desvanecimiento. El dolor ante la
separación física del ser
querido es profundo y
desgarrador, brotan
sentimientos de tristeza , desesperación, miedo, coraje, impotencia,
etc., que bombardean
la mente la y el alma; así
como pensamientos de
fantasía y negación, de incredulidad ante una
realidad que no
puede comprenderse y mucho
menos aceptarse.
El dolor personal se
expande, pero a la
vez se trasciende cuando se
piensa en los
demás, entonces se experimenta una gran preocupación y
un profundo deseo por
encontrar la forma
de atenuar el sufrimiento de la
familia, los amigos que
sufren la pérdida
de la persona amada.
La dimensión social de la
naturaleza humana se
manifiesta precisamente en ese
pensar en los otros y en la
necesidad tanto de
compartir el dolor
y el sufrimiento como de
mitigarlo.
La conciencia natural
se encuentra presente
en cada una
de estas experiencias dolorosas
y, cuando se ha
despertado a ella,
la persona enfrenta
el sufrimiento con
una actitud de
fortaleza, integridad y
esperanza, muchas veces
no comprendida por
otras personas que aun
se encuentran apegados
a sus dimensiones
terrenas.
Se dice que el
dolor y el
amor van de
la mano: a medida
que la actitud
amorosa se encuentra
identificada con niveles
de conciencia más
reducidos, mayor es
el sufrimiento, porque
en ese caso
la persona está
identificada con lo pasajero
y al perderlo, pierde el
sentido de ser
y de existir. Por
el contrario, cuando
el amor se
dirige a la
esencia, el sufrimiento se
trasciende porque en la
conciencia trascendente no pueden
darse las ausencias, como lo
expresa H Jerez cuando dice:
“ En mí tú
siempre estás y
esa presencia hace posible la imposibilidad de las ausencias”.
PROFR. JOSE DEL RIO GUETA
ICRESER, MAZATLAN.
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